11.12.09

Tener pueblo

Tener pueblo. Por Javier Revilla
Nací en Barcelona en 1.960. Conozco Sobrarbe desde muy pequeño. Mi padre, hijo de Boltaña, nos llevaba a toda la familia-éramos muchos- cada vez que podía. Solíamos ir todos los veranos, por semana santa y creo que alguna Navidad. En el coche, en el interminable trayecto desde Barcelona, reinaba siempre un ambiente de fiesta que iba aumentando cuando llegábamos primero a Barbastro dónde desayunábamos y luego al alto del Pino desde el que se comenzaban a divisar las altas cumbres pirenaicas tan queridas. Todos los hermanos; los mayores y los chicos, nos sentíamos excitados y olvidábamos las incomodidades del camino.
Teníamos ganas de ver a la familia… En mi caso, solía entrar en la casa de la calle San Pablo y tras saludar a los que hubiera , subía como un loco la escalera para ya en la cocina beber varios vasos de aquella agua tan fresca y sólo entonces recorrer la casa buscando las novedades que pudiera haber… Volvía a estar en la casa que sentía como propia.
Cuando regresábamos, el mismo trayecto, se hacía más largo, el ambiente menos alegre.
Me gustaba volver a casa, comer lo que traíamos del pueblo: judietas, tomates patatas, longaniza, pan, paté casero… Disfrutar del acento (la voceta) que en Boltaña me habían contagiado y alargarlo hasta que se gastara del todo. Pero siempre ¡siempre! tenía –teníamos todos -ganas de volver. Más tarde venía el explicar a mis amigos de clase que en mi pueblo, que nadie conocía , habitaban todos los prodigios; que circulaban burros cargados de panes, que yo me había subido a uno, que en las casas tenían gallinas y conejos, criaban tocinos, que los rebaños subían y bajaban por las calles .Les decía también que había un río claro (que al llover se volvía marrón no lo decía) que en nada había de envidiar al largo Nilo, al exótico Orinoco, o al Danubio azul, de los que inexplicablemente si hablaban los libros.
Desde entonces han pasado muchos años y muchas cosas. Vuelvo cuando puedo dependiendo, al no tener ya casa a la que ir, de mil y una azarosas variables. He ido conociendo muchos más lugares, andado por bosques y pedregales, dormido en prados, escuchado y visto muchos ríos, Conozco, para bien y para mal, a más gente, veo los pueblos más vacíos, algunos ya olvidados , deslomadas sus casas, al “abrigo” de esos montes tan amados. Sufro como propios los cambios irracionales y me felicito de las decisiones que ayudan a solucionar un problema y a no crear uno nuevo. Y me preocupo también en transmitirle a mi hija parte de ese amor que le tengo a un pueblo y a una tierra, sabiendo que difícilmente ella pueda heredar esa alegría y tristeza de tener pueblo.

3 comentarios:

Guillermo dijo...

Excelente!!!!!!!
Salu2

mate dijo...

pre-cio-so

Anita Bega dijo...

Hola Javier,

estoy buscando a alguien que se llama como tú y que de jovencitos le llamábamos "el caracol".

Si estabas en un bar en el Guinardo contestame rápido porfa. Nadie localiza tu teléfono

Anita de catalinete